A mi sin Rostro.

A veces me gusta mirar el techo, contar las grietas, esas grietas con polvo, pensando lento, susurrando despacio palabras inventadas que no dicen nada, pero que me importan tanto. Suspirando me encuentro falseando secretos que te conté ese domingo. Me esmero en contarte cuentos que al final no te importan. Es que estoy pensando muy lento, y eso me afecta las ganas de inventarte relatos que te hagan recordar cosas que dejaste a la suerte. A veces me gustaría borrar todas esas cosas que te dije. No era mi intención romper ese pacto que unía tu letal ternura a mi mediocridad patológica.

Tú me has arrastrado a senderos otoñales y has rockeado mi mundo de tantas maneras. Pero soy un ente orgulloso que te ha dicho demasiado. No quiero seguir repasando cada sílaba pronunciada por esa voz tan dulce, tan cruda, tan triste. No te quiero a ti, pero no me quiero a mi sin ti. Y ahora te miento, pues no podría no quererte ya que te me has vuelto imprescindible en estas tardes de octubre. No, no eres nada para mi. Pero tienes todo lo que alguna vez pedí.

Carajo, podrías ser todo para mi.

A veces me doy cuenta que escribo demasiadas idioteces en muy poco tiempo.