miércoles, 5 de agosto de 2009

Soy un cínico de los grandes.

No sé por qué soy tan masoquista y me da por contar anécdotas repetidas a la gente, para luego recordar cosas que son objetivamente tristes y que no traen ningún bien al resto. De hecho, el otro se siente incómodo y yo me siento latero. Porque qué lata es cuando alguien te da lata con cosas poco placenteras. Muchas veces he repetido que uno está para hacer sonreir al resto, pero mis actitudes me contradicen. No sé el por qué no me puedo quedar con las cosas positivas y buenas del día, en contraste con esta pesadez emocional autoinflingida. Me era tan fácil meter todas estas cosas en un baúl viejo, y ahora que las dejé salir, la gente me mirará como 'el idiota que le gusta inspirar lástima'. ¿Será que, en realidad, me gusta rectificar mi existencia con tonteras tristes de noches de frío? Pensé que había avanzado. He errado tanto últimamente.

No señores, nada más de momentos para confesar. Desde ahora colocaré la muralla de hielo y mediré lo que sale de mi boca. No hay nada más patético que comportarse como un llorón poco interesante.

1 comentario:

  1. Osea, uno se pregunta que caso tiene todo eso cuando la automutilación es mas fácil y accesible.

    Pero al igual que tú, afronte y analize tanto mis problemas, que para mi ya se volvio algo cotidiano el mencionalos. Solo que esta vez, los proyecto como divertidas y banales anécdotas con sutiles mensajes subliminales.

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